Pensar distinto es una característica del ser humano, sin embargo, hay quienes no coinciden con la visión política, religiosa o filosófica de otros individuos y, cuando esto ocurre, atacan e insultan a cualquiera que difiera de su forma de pensar.Muchos de ellos llegan a hacer del insulto, una apología, una verdadera forma de vida, no viven, no piensan, no hacen otra cosa más que ofender e insultar a quien considera su enemigo.
Estudios psicológicos al respecto dicen que la actitud ofensiva, violenta y grosera está relacionada directamente con la ignorancia, con la incultura, con el fanatismo, o bien, determinada por consignas políticas o por cuestiones de carácter económico.Ignorancia e incultura van ligadas casi automáticamente, aunque no siempre y, por ende, entra aquí el conocimiento del lenguaje.Todos sabemos que el idioma de los pueblos evoluciona, cambia, se va haciendo más rico, más preciso, mejor, al grado de crear y emplear palabras casi para todo aquello que quiere nombrar o describir.Cuando alguien emplea solo las palabras más vulgares, más soeces, está demostrando que no ha estudiado, que no conoce su lengua, y que, a falta de conocerla, solo puede emplear groserías que no corresponden con lo que realmente quiere decir.
También está estudiado, que aquellos que insultan no entienden los argumentos contrarios, al no comprender, no encuentran, no tienen conocimientos para refutarlos y, ante su impotencia e incapacidad pierden el autocontrol de su comportamiento y de su cerebro y acuden precisamente a lo único que saben y pueden hacer: insultar o agredir físicamente, cuando pueden.Por eso, con toda razón se ha dicho: EL INSULTO NO ES ARGUMENTO.
Quienes insultan se han declarado propietarios de la verdad absoluta, ante lo cual no aceptan ninguna objeción o diferencia, quien se atreva a hacerlo, es digno de la mayor anatema y debe ser agredido.El que insulta sin tratar de entender a su adversario se convierte en un dogmático, en un fanático y, cuando se cae en el fanatismo se llega a crímenes espantosos y a tragedias gravísimas que han causado mucho daño a la humanidad.
A lo dicho hay que agregar que actualmente, gracias precisamente a las redes sociales, el 93 por ciento de quienes insulta lo hacen desde el anonimato, posición desde la que, cómodamente, no se hace acreedor o responsable de recibir una respuesta o una sanción de carácter legal.
Lo aceptado hasta ahora, es que nadie puede sostener que tiene la verdad absoluta y que lo más prudente que podemos hacer, es mantener una actitud de tolerancia, incluyente y respetuosa hacia las ideas de los demás.
Lo anterior viene a cuento porque no hay publicación, video o cualquier otra forma de expresión de los antorchistas, a la que no se le etiqueten y publiquen los insultos más bajos, las expresiones más soeces, las palabras más groseras que, quienes lo hacen conocen o creen conocer, para demeritar, descalificar o burlarse de la posición ideológica y política de los antorchistas.
Pero estimados y queridos "solovinos", si se consideran ofendidos por este concepto lo primero que tienen que hacer es, reclamarle al licenciado Andrés Manuel López Obrador, que fue quien los "bautizo" en esos términos y no nosotros, los antorchistas.
También deben saber que, nosotros no les hemos respondido, ni les vamos a responder en los mismos términos groseros y vulgares que lo han hecho ustedes y, no lo hacemos, primero, porque sabemos que dichos ataques son bots, es decir, un software o programa informático, preparado para realizar tareas repetitivas a través de internet, como si de un humano se tratase, en nuestro caso, sirven para responder (irracionalmente, claro) a cualquier publicación que se considere una crítica al gobierno actual y, no vamos a discutir con máquinas.Segundo, porque sus insultos demuestran que ustedes caen precisamente en todo lo dicho anteriormente y nosotros no somos iguales a ustedes.
Por lo demás, no es a Antorcha a quien tienen que refutar o atacar, sino a las declaraciones, promesas e incumplimientos de López Obrador (por cierto, video-grabadas), pero principal y fundamentalmente, a los hechos, a la realidad lacerante, cruel y amarga que aqueja a la inmensa mayoría de los mexicanos y de la cual tiene una altísima responsabilidad el gobierno actual, que prometió mejorarla y que no ha cumplido.
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